miércoles, 11 de febrero de 2015

Herradón de Pinares


Después de pernoctar en el albergue de San Bartolomé de Pinares, el peregrino se dispone a afrontar una nueva etapa que le llevará hasta la capital abulense y lo hace en dirección de El Herradón de Pinares, atravesando el puente sobre el arroyo Gaznatilla que vierte sus aguas en el río Gaznata, río que nace en la fuente del Cuadrón y desemboca a la altura de la cola del embalse del Alberche, más conocido como el embalse del Burguillo y que es el río que pasa por el Herradón, pueblo situado en el valle que lleva el nombre del río, entre dos murallones de piedra, y por donde pasaba el antiguo camino real descendiendo del puerto de las Pilas. El Herradón es junto con San Bartolomé y Santa Cruz uno de los pueblos de esa Tierra de Pinares bañados por el Gaznata por la que está caminando el peregrino una vez que pasó el Puerto de Arrebatacapas. El peregrino hace una parada frente al Ayuntamiento de El Herradón de Pinares, edificio moderno con una lápida que lleva la inscripción “Reinando Carlos tercero se ico esta obra año de 1788”, inscripción que según Teresa, regente del bar “La Plaza-El Negro”, estaba colocada en el anterior edificio que albergaba al ayuntamiento y que desapareció como consecuencia de la riada que arrasó el pueblo el 1 de septiembre de 1999. Y es de esta riada de lo que Teresa quiere hablar al peregrino y lo hace invintándole a entrar en el bar para que se tome lo que le apetezca y a la vez enseñarle fotografías que le muestran imágenes del pueblo antes de la riada y un poema enmarcado que rememora ese fatídico día en el que el río pasó de ser elemento benefactor a terriblemente destructor de cuanto se encontró a su paso, arrastrando toneladas de lodo y piedras en su recorrido hasta el pantano del Burguillo. El peregrino tiene la oportunidad de ver una foto de un puente de piedra de tres ojos que fue totalmente destruido por efecto de la riada, lo que le da una idea sobre la magnitud de la tragedia que asoló a este pueblo y a estas gentes que, aunque no hubo ninguna víctima mortal, vieron como sus enseres y propiedades bien desaparecieron o fueron anegadas entre el barro y el lodo. Al peregrino le viene a la memoria las imágenes de las vías del ferrocarril a su paso por La Cañada colgadas en el vacío en una visión verdaderamente dantesca.


 Frente al bar hay una fuente que según unos parroquianos que han entrado en el bar es lo único que se conserva de la antigua plaza y que antes de la riada era utilizada como plaza de toros durante los festejos taurinos que se celebraban en el pueblo. Al peregrino le muestran con nostalgia un parque infantil que ocupa el lugar en donde se situaban los toriles y lo hacen con el recuerdo de un tiempo aún no muy lejano en que durante las fiestas patronales en honor de Nuestra Señora del Rosario el primer domingo de octubre nunca faltaban las corridas de toros a las que asistían gentes de varios pueblos de la provincia. A pesar de lo temprano de la hora y que aún no ha hecho ganas, el peregrino acepta encantado compartir unos chatos de vino con estos contertulios que le hablan de otras fiestas, como la que se celebra el 1 de mayo organizada por las mozas del pueblo en honor a Nuestra Señora de la Antigua, las del Santísimo Cristo el día 3 de ese mes de mayo o la del día de Virgen de Valvellido, que se celebra el segundo lunes de pascua y en el atrio de la iglesia se hace la subasta de banzos siendo son los encargados de meter a la Virgen en la iglesia los que más pujan en la subasta. Estas fiestas se celebran desde tiempo atrás, le comentan al peregrino, pero actualmente se celebra otra fiesta el último fin de semana de agosto o el primero de septiembre como recuerdo de que la trágica riada que asoló el pueblo no causó ninguna víctima mortal, con una cena para todo el pueblo que finaliza con un baile amenizado con orquesta. Antes de abandonar el local para continuar su camino, al peregrino le enseñan una maqueta de la ermita de San Pedro de Alcántara que se encuentra a las afueras y que está actualmente en estado ruinoso.

El peregrino cruza por un puente medieval de un solo ojo sobre el río Gaznata, puente que también resistió a la riada, y lo hace camino de la iglesia parroquial, dedicada a Santa María la Mayor, auténtica joya del estilo Gótico-Isabelino con las características bolas o perlas decorativas que el peregrino no ha dejado de ver desde que entró en la provincia de Ávila. El peregrino lamenta que la iglesia se encuentre cerrada y, aunque amablemente se ofrecen en ir a buscar las llaves, no puede esperar a que la abran ya que el camino aún es largo y debe subir el puerto de El Boquerón.

No obstante se informa que en la portada, semejante a otras que ha visto en otros pueblos, antes había imágenes en las hornacinas y que lo más notable son las armaduras mudéjares de la capilla mayor y de las laterales, así como el retablo del estilo de Berruguete. Al peregrino le hubiera gustado entrar en la iglesia, pero el camino marca los tiempos y no puede estar más tiempo parado si quiere llegar pronto a Ávila para darse, al menos, una vuelta por la ciudad antes de ir al albergue. El peregrino toma una nueva carretera vecinal que asciende a la Cañada y, dejando a la derecha la ermita de Nuestra Señora de la Antigua, se dispone a iniciar el ascenso del puerto El Boquerón.




1 comentario:

  1. Quisiera hacer una aclaración referente al Ayuntamiento, la riada no se lo llevó,el ayuntamiento sigue siendo el mismo,es decir la estructura es la original solo que se quitó la capa de mortero que cubría la fachada dejando la piedra al natural, se hizo el tejado y el interior nuevo, pero la estructura es la misma está de la fecha que está escrita en la piedra

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